Cerrando círculos
Una de las lecciones que más he aprendido a valorar en la vida es aquella que hace algunos años una mujer que quise mucho me enseñó: a no aferrarme a nada ni a nadie. A veces se me olvida su enseñanza y es que es un proceso bien fácil apegarse y bien difícil despegarse, retomar las riendas, asumir la propia vida. Los cambios llegan, unos más amablemente que otros, otros más duramente, pero todos con una enorme lección para aprender y quizá con un dolor que solamente significa una enseñanza sobre cómo asumir la vida con más orientación.
He leído muchos mails de personas aferradas a su pasado, cargando con los grilletes de relaciones anteriores que ya terminaron, o con otras que no pudieron ser (aunque hayan sido por un momento muy corto y maravilloso). El tiempo me ha enseñado y me está enseñando que simplemente en ciertos momentos hay aprendizajes, en personas y situaciones, y que esos aprendizajes con esas personas y con esas situaciones deben terminar, y que no puedes hacer nada con forzar las cosas o con aferrarte a tu punto de vista: tienes que dejar ir. Empezar de nuevo. Capitalizar aprendizajes con personas y situaciones y asumir la vida sin ellas pero con los aprendizajes que te han dejado, con las cosas hermosas que te han dado, con lo bueno que han sacado de ti.
El estancamiento es algo de lo cual muchos son víctimas, ya sea en relaciones disparejas, ya sea en la zona de los mejores amigos, ya sea anhelando los momentos pasados con parejas y relaciones que ya se fueron. El estancamiento no te permite ver lo que tienes al frente, no te permite ver al futuro, solo te permite anhelar repetir lo que ya ha pasado por tu vida. El estancamiento te quita creatividad y te engaña haciéndote pensar que la vida no cambia, que todo tiene que ser como tu pasado. El estancamiento te pone vendas en los ojos que no te permiten que veas las cosas como son y que resulta en que tú mismo te engañas viendo sólo lo que tú quieres ver.
Despierta!
Lo contrario al estancamiento es la evolución. Es entender que los cambios nos llevan a conocernos más, a saber más acerca de nosotros mismos, los demás y las circunstancias, a aprender que tenemos mucho que dar, o que tenemos que aprender a ser más generosos. La evolución te enseña a saber qué aceptarás y que eliminarás de tu vida y de las cosas que quieres. La evolución te hace crecer, abrirte a nuevas posibilidades. La evolución es apasionante, porque siempre la vida será más sabia de lo que tú eres. Si eres demasiado controlador y calculador la vida te mostrará que en lo impredecible se encuentra justo aquello que tú necesitas y que en lo inesperado llega la respuesta y la certeza que has estado buscando.
No controles.
Simplemente respira y deja partir eso que te está atando.
Si te has equivocado aprende de tu error, sigue adelante y haz un compromiso contigo mismo de no caer en la misma trampa, de ver las cosas diferentes, de hacer lo correcto.
Empieza de nuevo, pero no desde ceros, porque has aprendido, has vivido, has querido y te has entregado y sabes que tienes los recursos para actuar, que sabes lo que quieres, que sabes cómo lograr lo que deseas, que puedes si es que quieres.
Si evolucionas sólo encontrarás cosas que te complementen y te hagan feliz, si te estancas nada te dará satisfacción.
Si lo crees sólo vendrán cosas buenas, si te quitas las vendas de los ojos y aceptas que hay que irse y dejar ir. Acepta la libertad de los otros de partir. Acepta que la vida es sabia y si siembras cosecharás.
No guardes temores sobre el futuro. No ansíes volver al vivir el pasado. Vive minuto a minuto y aprende a saber cuándo debes moverte y tomar tu propio camino.
Agradece. Respira y sigue caminando.
Y acá te dejo con un texto de Paulo Coehlo que ha resultado inspirador para mí en muchos momentos, y justo ahora que lo leo me permite respirar tranquilo y ver al futuro con paz y tranquilidad.
“Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.
¿Terminó tu trabajo? ¿Se acabó tu relación? ¿Ya no vives más en esa casa? ¿Debes irte de viaje? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente «revolcándote» en los porqués, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste va a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos porqué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!
Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros.
Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación.
Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente…
El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú… Suelta el resentimiento. El prender «tu televisor personal» para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte lentalmente, envenenarte y amargarte.
La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando «puertas abiertas», por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones?, ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.
Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida.
Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a este mundo, llegaste sin ese adhesivo. Por lo tanto, es costumbre vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir.
Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate.
Hay muchas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. ¡Esa es la vida!”
Que comience la cacería!
Hasta la próxima!