La confianza Parte 6: El optimismo
Hoy continuo con la serie sobre la confianza, que sé que ha tenido y tendrá un profundo impacto en la forma en que te relacionas contigo mismo, en la forma en que te miras y te aceptas. Particularmente quiero tomar cuatro comportamientos que llevan a desarrollar confianza, que la manifiestan y que son comportamientos internos que debes propiciar, a la vez que muestras externas para los demás de que están delante de alguien que tiene confianza. Hoy trataré el primer comportamiento: el optimismo.
Ya decía Helen Keller que «Ningún pesimista ha descubierto jamás el secreto de las estrellas, ni se ha aventurado por tierras inexploradas, ni ha abierto puerta alguna al espíritu humano». El psicólogo Martin Seligman indica que el optimismo no procede tanto de frases o imágenes positivas de una victoria imaginada, sino de la forma en que piensan las personas.
El optimismo es definido por Seligman como «optimismo explicativo», según el cuál todos tenemos nuestro propio estilo explicativo, esto es, una forma de pensar sobre las causas de las cosas que nos ocurren en la vida. Este estilo explicativo se desarrolla en la temprana infancia, y a menos que se intervenga de forma intencional, es un estilo que nos acompaña toda la vida. Es como unas gafas que te pones para ver la realidad, y a la cual te acostumbras a explicar por qué nos suceden las cosas, tanto las buenas como las malas.
El optimismo se aleja de la conducta maniaca tipo Ned Flanders, o de parecer un idiota sonriendo por too y a todos, un blandito que siempre está feliz, que ve todo lo ve color de rosa, con un criterio demasiado cariñoso y suave frente a la vida, que reacciona con cara de «buena gente» a todo. La persona optimista tiene carácter, se puede enojar frente a la dificultad, sabe que hay cosas en el mundo que no deberían funcionar de cierta manera, no está como un enfermo tratando de verle la cara bonita a las tragedias, o mostrándose como un osito cariñosito cada vez que hay dificultades, su capacidad clave, por el contrario, es tener carácter, energía y orientación para recuperarse.
De acuerdo a este autor existen tres dimensiones importantes a la hora de determinar cómo nos explicamos los sucesos, son los siguientes:
- La permanencia: lo permanente frente a lo pasajero: Responde a la pregunta de ¿cuánto va a durar lo que me está sucediendo o va a suceder? La persona que tiene un estilo explicativo pesimista da por supuesto que, cuando algo va mal, esta es «la norma», o lo usual, que siempre persistirá y siempre estará presente para afectar negativamente a su vida. Esto genera un inmenso sentimiento de impotencia, de que no puedes hacer nada para cambiar tu situación. Esto ha sido una de las cosas más frecuentes que veo con las personas que tienen un juego interno débil, sienten que su estado de malestar no cambiará, que será eterno y que no puede hacer nada.
Quien tiene un estilo explicativo optimista en cambio ve los problemas y las dificultades como pasajeras, se dice a sí mismo que aunque las cosas hayan ido mal esta vez, podrán ir mejor a la próxima. Puede asumir con flexibilidad situaciones límites y sobreponerse a ellas.
- La omnipresencia: lo específico frente a lo global: Responde a la pregunta ¿qué amplitud tiene? Los pesimistas tienden a pensar que los sucesos indeseados tienen una explicación global del estilo de «siempre ocurre lo mismo», «siempre me rechazan», «siempre me ven como el mejor amigo», «siempre fracaso». Por esta misma razón suelen generalizar, diciendo cosas como por ejemplo «la gente siempre», «las cosas siempre», «las mujeres siempre», «los hombres siempre», incluso lo convierten todo en una catástrofe «las cosas sólo podrían ir peor, y resulta que han ido peor aún». A los optimistas tampoco les gusta el fracaso, pero lo ven como un caso especial, como una excepción a la regla, no como «la norma en su vida». Los optimistas atribuyen el fracaso a una causa concreta, por ejemplo «tomé una mala decisión pero aún puedo seguir tomando buenas decisiones», para el pesimista el fracaso se encuentra en sus genes, en su destino, casi como una tragedia griega.
Cuando las cosas le van bien al pesimista, consideran el éxito como algo muy específico y limitado a un determinado conjunto de habilidades y un contexto concreto (le gusté a esa mujer, pero porque estaba ebria). Para los optimistas los acontecimientos buenos y positivos son algo natural y de importancia global en su vida, que les sirve para saber que en el pasado triunfaron, luego entonces volverán a hacerlo.
- La personalización: lo interior frente a lo exterior: Responde a la pregunta: ¿es a mí o a los demás? Se trata de a quién se culpa cuando las cosas van mal. Los pesimistas se culpan a sí mismos e interiorizan el problema; los optimistas tienden a culpar a los demás o a los sucesos que escapan a su control, de modo que exteriorizan la causa. Las personas que se culpan a sí mismas suelen tener un bajo nivel de confianza, mientras que quienes saben encontrar explicaciones externas de por qué ha ido mal, generalmente se sienten más positivos consigo mismos y tienen niveles de confianza más altos.
La forma en que explique el significado de los contratiempos naturales que encontrarás en tu vida determinará el significado que tendrán para ti, y la forma en que te sientas contigo mismo. Recuerda que la confianza no es algo absoluto, así que ésto no implica que no vayas a tener sentimientos autocríticos, ni que jamás te vayas a sentir desanimado. Las explicaciones causales optimistas te dan fuerzas para actuar en la vida; en lugar de sentirte impotente, puedes hacer algo para que las cosas cambien.
El pesimismo tiene un costo muy grande, pues ante las cosas difíciles, los pesimistas sienten cierta inercia, no tienen la actitud de «nos caemos para levantarnos» que sí tienen los optimistas. Tienen dos peligros: su salud física, por la paralización del sistema inmunitario, y su salud mental, por la mayor susceptibilidad a la depresión.
Hablemos del diálogo interior que suele acompañar a los contratiempos y dificultades. Hay dos estrategias comunes: la distracción y la disputa. Los optimistas suelen abordar el diálogo interior negativo de modo muy distinto a los pesimistas, a veces se limitan a pensar en otra cosa, lo que implica que no se dedican a rumiar, a darle vueltas al asunto una y otra vez para culpabilizarse. Sin embargo la estrategia más eficaz es la de empezar realmente a debatir con cualquier pensamiento que los limite, es decir, poner en entre dicho su propio diálogo interior. Veamos dos formas de ver una realidad:
Experiencia del pesimista.
Suceso activador: Recibes un rechazo de una mujer.
Creencia: Carezco de lo que se necesita para establecer una relación afectiva con las mujeres. Soy feo, inútil, poco atractivo y torpe.
Sentimiento consecuente: Duda de sí mismo, lleva a la ansiedad y a la depresión.
Experiencia del optimista.
Suceso activador: Recibes un rechazo de una mujer.
Creencia: He hecho lo que podía, no he estado tan mal, simplemente me dió una retroalimentación que no implica que haya algo mal en mí. Lo haré mejor a la próxima.
Sentimiento consecuente: Decepción, pero confianza en hacerlo mejor en otro intento.
Este modelo obedece al modelo ABC, que afirma que todos experimentamos prácticamente todos los días de nuestra vida los que pueden ser SUCESOS ACTIVADORES (A), triviales o de los que cambian la vida, que provocan pensamientos que se vuelven CREENCIAS (B de Beliefs) sobre ellos, sobre las circunstancias que nos rodean y sobre nuestro rol en ellos. Estas creencias desencadenan los SENTIMIENTOS CONSECUENTES (C).
Para superar las creencias inútiles debemos recurrir a la DISPUTA (D), que significa no aceptar este estilo explicativo pesimista. Al conseguir cuestionar las creencias inútiles, nos sentimos ENERGIZADOS (E), más optimistas sobre nuestra vida, con mayor confianza.
El optimismo se da en contextos, puede que seamos más optimistas en ciertas áreas de nuestra vida que en otras. Revisa tu rueda del equilibrio de la confianza para ver en qué lugares sueles ser más optimista y en cuáles más pesimista.
Sea uno pesimista u optimista lo que haces es formar una idea del mundo y de cómo funciona. Desde la perspectiva de los Niveles Lógicos que ya vimos, tu estilo explicativo tiene unas profundas implicaciones. Configura tus creencias, éstas influyen sobre tu sentido del yo (Identidad), que afectará lo que pienses de tus destrezas y habilidades (Capacidades) para actuar (tu Conducta) y dónde y cuándo va a ser posible que actúes (el Entorno).
Recuerda que una creencia no es lo mismo que un hecho, lo cual significa que nunca es demasiado tarde para cambiar tus creencias y, aprender a ser más optimista.
El siguiente ejercicio te ayudará a construir optimismo:
Piensa en un suceso que te preocupe.
Parte 1: Describe brevemente por escrito:
- El suceso activador (lo que haya desencadenado tu preocupación)
- Lo que creas que es consecuencia de ese suceso (lo que te estás diciendo).
- Tu sentimiento consecuente (cómo te sientes siempre como consecuencia de pensar en ese suceso).
Parte 2: Pregúntate lo siguiente:
- ¿Cuánto va a durar ese tema?
- ¿Cuán extendido está?
- ¿Tiene que ver contigo, con los demás o ambos?
- Mi diálogo y mi película interiores me ayudan o me perjudican?
Parte 3:
- Haz los ajustes de submodalidad, que vimos en el anterior post, necesarios a tu diálogo y tu película interiores.
- Con lo que te digas a tí mismo (diálogo interior), las películas que te proyectes en la mente y los sentimientos que uno y otras generen, empieza a crear unos futuros positivos alternativos que creas que puedan ser posibilidades a las que dirigir tus esfuerzos.
En el próximo post de la serie seguiré con un segundo comportamiento. La resiliencia y la perseverencia.
¡Que comience la cacería!
¡Hasta la próxima!
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