La confianza parte 8: La gestión del propio estado
Hoy trabajaré el tercer comportamiento que da cuenta de tu confianza: la gestión del estado. Cuando hablamos de «estado» es probable que las personas no sepan de qué estamos hablando. El estado no es algo que «simplemente ocurre», el estado es algo que uno cree, y de esta forma es posible aprender a gestionarlo y alterarlo. Lo primero que hay que hacer es prestar atención a lo que ocurre en tu interior, no solamente sentirlo, sino analizarlo para lograr cambiarlo. Una vez puedas reconocer lo que sucede en tu interior puedes hacer algo con ello, más que simplemente padecerlo como hace la mayoría de las personas.
El estado es algo que fluctúa y cambia constantemente en el transcurso de un mismo día. Es muy raro que nos acostemos por la noche sintiéndonos exactamente igual que nos sentíamos al despertarnos por la mañana, así que conviene que nos preguntemos por aquello que haya cambiando nuestro estado durante el día. La mejor manera de ilustrar cómo se mueve el estado es compararlo con una montaña rusa
En un mismo día sentimos muchas cosas distintas, de acuerdo a las vivencias que tenemos, algo puede disparar un estado de ánimo positivo, algo puede generar también un estado de ánimo negativo. El estado en que te encuentras en un momento determinado te puede ayudar o te puede entorpecer. Imagina que estás enfermo, te sientes débil, cansado y agobiado, eso puede afectar tu estado y dejarte sin recursos, sin deseos de entablar una conversación, incluso sintiéndote internamente frustrado, un sentimiento muy parecido al de la falta de confianza. Imagina que con ese estado tengas que establecer una conversación, salir con una mujer, o tomar una decisión difícil. Naturalmente puede suceder que no te sientas tan confiado para hacer ninguna de esas actividades.
Cuando deseamos obtener un resultado necesitas estar en el mejor estado posible, y eso implica tomarte las cosas de forma completamente distinta. Digamos que quieres establecer una conversación con una mujer, persuadirla de que continue esa conversación y generar atracción ¿en qué estado necesitas encontrarte para hacer esto con una mayor eficacia? Posiblemente en un estado que no sea el de cansancio, agobio, susto o desconfianza.
La primera pregunta que debes hacerte al buscar un resultado es ¿en qué estado necesito estar para tener la mejor disponibilidad para lo que deseo? Lo segundo que debes preguntarte es ¿qué tengo que hacer para alcanzar este estado? Usualmente vivimos la vida respondiendo a los estímulos que se nos presentan, y pocas veces nos entrenamos para prepararnos física y mentalmente para los retos que tenemos que afrontar, tal como hacen los atletas top o los emprendedores de más alto nivel.
Una de las técnicas que en lo personal he encontrado útil es el anclaje, a veces una poderosa canción puede desencadenar un profundo sentimiento de certeza y triunfo que necesito justo antes de hacer algo. A veces ciertas imágenes, o ciertos videos en youtube también logran activar estados poderosos que, por ejemplo, necesito antes de dar una conferencia o una clase magistral. Conozco muy bien los estados que deseo, y trabajo para llegar a la inspiración necesaria para lograrlos, y lo que hago es preparar mi mente, mi espíritu y mi estado físico para alcanzar tales estados. Por ejemplo, sé que si tengo una charla en horas de la tarde, no debo comer mucho, ni tomarme una siesta porque inmediatamente mi estado se aletarga y mi metabolismo se pone a funcionar, lo que me genera sueño y pesadez. Lo que hago en cambio es tomar líquidos y hacer ejercicio y mantenerme lo más activo posible, sólo así puedo estar atento y energético para dar una charla inolvidable.
El cerebro humano tiene una asombrosa capacidad de relacionar las cosas, de modo que, cada vez que las experimentamos de nuevo establecemos las mismas asociaciones. Ésto es lo que se denomina crear un ancla. Este poder de asociación puede actuar a favor o en contra nuestro, por ejemplo, una música, una imagen nos puede evocar algo muy positivo, pero también algo muy negativo. En nuestras vidas ya tenemos instaladas muchas anclas que nos llevan a estados emocionales diferentes, la música es una de ellas, los lugares, las personas en sí mismas son anclas.
¿Qué pasaría si pudieras capturar todos los momentos en que te sientes seguro de tí mismo, para luego acceder de nuevo a ellos cuando quisieras? Eso podría llegar a ser muy útil. Esto es lo que haremos al crear tu propia ancla de la confianza.
Si deseas obtener el mayor beneficio de un ancla, necesitas muchos sentimientos de confianza, y has de saber capturar esa sensación de que a pesar de las dificultades, a pesar de que las cosas eran complicadas, confusas o desafiantes pudiste sobreponerte y lograr el éxito. Saber que lo has logrado alguna vez te dará la confianza para hacerlo de nuevo, porque ¿si lo has logrado una vez por que no lograrlo dos y por qué no lograrlo muchas veces?
Retoma la rueda de la confianza, que habíamos trabajado antes, cuando vayas a construir tu ancla asegúrate de seleccionar elementos de sectores diferentes de la rueda. Te invito a que revises esa rueda de la confianza que construímos y que recuerdes algunos de los episodios de tu vida que tengan las puntuaciones más elevadas.
Una vez que hayas creado un ancla de confianza, lo mejor es que la vayas fortaleciendo, y para ello la actives siempre que experimentes sentimientos de confianza. De este modo se reforzará la asociación entre el ancla y el estado de confianza que deseas forjar. Si lo haces así, te procurarás enseguida un fuerte estado de recursos, formado por todas las veces en que te hayas sentido seguro de ti mismo.
Una vez lo hagas le enseñarás a tu cerebro a fijarse en todos los momentos y circunstancias en que te sientes con confianza. Y ésto logrará ser algo increíblemente útil. Luego podrás poner en acción esta ancla siempre que te haga falta, sabiendo que con el uso irá haciéndose más fuerte.
Para crear tu ancla de confianza vamos a crear un ancla física. Para ello necesitamos un estímulo singular que tu cerebro pueda asociar con la confianza. También necesitamos que sea un estímulo discreto, que puedas utilizar en cualquier parte, presionar el dedo corazón contra el pulgar se ha convertido en el más popular, porque resulta ser fácil y además es efectivo.
Es importante que presiones el dedo corazón contra el pulgar sólo cuando estés reviviendo las experiencias que te detallo a continuación. Una vez que hayas revivido la experiencia separa los dedos después de cada paso.
1. Piensa en alguna ocasión en que te viste ante un reto, lo afrontaste y, porque lo hiciste, obtuviste un buen resultado. Entra en esta experiencia como si la estuvieras teniendo en este preciso instante. Ahora echa el ancla, es decir, presiona el dedo corazón contra el pulgar. Mantenlos apretados mientras esta experiencia esté en su punto más intenso, sepáralos cuando aún se encuentre en él, es decir, antes de que empiece a desdibujarse.
2. Retoma tu rueda de la confianza, escoge un segmento. Piensa en una ocasión en que te sintieras especialmente seguro de tí mismo. Revive esta experiencia como si la estuvieras teniendo ahora mismo, puedes acompañarla de música si esto amplifica tu estado. Echa el ancla: presiona el dedo corazón contra el pulgar. Mantenlos apretados mientras la experiencia tenga vida y suéltalos cuando aún sea intensa.
3. Escoge otro segmento. Piensa en alguna ocasión en que sintieras una confianza particularmente fuerte. Revive esta experiencia como si la tuvieras en este mismo instante. Echa el ancla, presionando el dedo corazón contra el pulgar. Mantenlos apretados mientras la experiencia se muestre vigorosa, y suéltalos cuando aún lo sea.
4. Ahora, coloca ante tu imaginación una pantalla y proyecta en ella una película de tí mismo en una situación en la que desees tener más confianza. Activa el ancla, es decir, presiona los dedos corazón y pulgar, y observa cómo te comportas de manera diferente.
5. Ahora, con los ojos todavía cerrados, entra en esta película con este nuevo estado y experimenta qué se siente desde dentro. Vive la experiencia de primera mano, mirando hacia fuera, por así decirlo, a través de los ojos cerrados.
La gestión del estado abarca tanto tu estado físico como tu estado emocional. Si consigues manejar tu estado, vas a asumir un grado de fuerza y control que muchas personas ni siquiera saben que es posible alcanzar. Como dije arriba, el primer paso es observar tu estado y lo que está ocurriendo. Tu segundo paso no será cambiar tu estado de forma inmediata, sino prestarle más atención y empezar a averiguar más cosas sobre él. Has de permitirte estar con esa experiencia y preguntarte ¿por qué me encuentro en este estado (emocional, físico o mental)? ¿Qué me ha traído a este estado o qué lo ha provocado? ¿Qué otra cosa pudiera haber hecho para influir en mi estado? Si no haces eso simplemente serás una persona a la que la vida le pasa por delante sin preguntarse el por qué, y no podrás tomar consciencia de tus estados, tema clave para influir en ellos.
A partir de estas preguntas puedes hacerte la siguiente: ¿qué otros ingredientes o recursos podría añadir para cambiar mi estado? Probablemente descubras cosas como que debes dormir mejor, hacer más actividad física, escuchar menos amigos negativos y pesimistas, aprovechar mejor tu tiempo, no hacerle caso a tus pensamientos culpabilizantes, etc. Piensa en un momento en que te hayas encontrado en el estado que deseas conseguir y sigue exactamente el proceso que hiciste cuando conseguiste el ancla de la confianza. Revive la experiencia y ánclala con los dedos corazón y pulgar.
Imagina que simplemente fueras a recordar lo que se siente al encontrarse en el estado que quieres alcanzar: un estado más relajado, de mayor confianza, de mayor tranquilidad. Si quieres estar en un estado de más confianza, recuerda lo que se siente en él, basándote para ello en alguna experiencia real en que te sintieras más seguro de tí mismo que ahora. Imagina que tienes ese mismo sentimiento de seguridad y confianza a la nueva situación a la que te enfrentas, una situación que te supone un desafío y que te obligará a estar en el estado adecuado para embarcarte en ella. Si empleas el proceso de anclado de confianza puedes lograr estados más viscerales y auténticos.
Me preguntarás ¿qué hago si nunca he sentido ese estado que deseo antes? ¿En qué puedo basarme para crear mi ancla y mi estado? Pues no hay problema. Piensa en alguien que sea un buen modelo de rol, que ejerza bien esa forma de ser, que represente todo lo que tú deseas. Puedes preguntar ¿si no conozco a alguien con esos rasgos? Entonces créalo en tu mente, en tu imaginación entra en esta persona real o ese personaje de ficción y sé ellos durante un momento. Muévete con ellos, anda como ellos, habla como ellos. Eso es lo que han hecho los actores que tan maravillosos personajes han creado. Por ejemplo, te cuento a forma personal que cuando mis clientes desean hacer entrevistas de trabajo los anclo para que se sientan como Michael Corleone de la película «El Padrino». Los resultados son increíbles. Cuando te metas en esta experiencia, observa cómo es el sentimiento, porque es el que vas a incorporar a la experiencia de tu vida real. Puedes hacer todo esto con el proceso de anclaje.
Si no te sientes preparado, no sentirás que tienes control sobre tí, te pondrás nervioso y ansioso con más facilidad y será menos probable que sientas que controlas la situación. Sentirte preparado es un estado, cuando lo estás sabes cómo te quieres sentir y dispones de un ancla a la que puedes recurrir para acceder a ese estado cuando desees. Otra ganancia es que te habrás detenido a pensar en lo que pudiera ocurrir, considerando cómo podrían ir las cosas y cómo quieres que vayan.
En el próximo post de esta serie te contaré cómo puedes implementar otro comportamiento de confianza y es la generación de estrategias ganadoras.
Que comience la cacería!
Hasta la próxima!