Hablando de porno y putas
Hoy voy a hablar de una mezcla poderosamente destructiva en tu camino hacia la satisfacción emocional y, sobre todo, en tu búsqueda realista de mujeres. Y nuevamente me voy a inspirar en casos de la vida real, de mi propia experiencia como coach y psicoterapeuta en e
Uno de los patrones que uno encuentra en personas que les cuesta interactuar con las mujeres son, por una parte, las pocas habilidades sociales, se les dificulta conversar, compartir con otros, sus círculos sociales son muy reducidos (2 o 3 personas como mucho), y por otra parte, un sistema de creencias poco adaptado a la realidad, con conceptos erróneos sobre sí mismos, sobre las mujeres y sobre las relaciones entre hombres y mujeres.
Lo primero que hago es evaluar estas dos dimensiones: revisar habilidades sociales básicas, conversación, sentido del humor, capacidad de generar conexión emocional, inteligencia emocional, capacidad de ponerse en el lugar del otro, timing o sentido de oportunidad, capacidad de negociar (elementos que en otro post profundizaré) y revisar el sistema de creencias. Luego paso a revisar comportamientos que sea necesario ajustar, y allí aparecen dos elementos nefastos: adicción a la pornografía y en otros casos adicción a sexo con prostitutas.
Y cuando reviso tales comportamientos se que debo enfocar mi ayuda primero en retirar tales hábitos (con la consabida operación en creencias y en conducta) para luego si enfocarme en otros temas. No hago una cosa sin antes haber reparado lo anterior. Y lejos de que este sea un discurso moralista donde se indique qué hacer o qué no hacer, y más allá del tabú que envuelve ambas conductas, mi posición respecto a tales comportamientos es que resultan ser grandes obstáculos para el proceso de transformación personal y, sobre todo, para la configuración de una personalidad atractiva con las mujeres, además de los problemas que puede acarrear cuando se establecen relaciones con mujeres de una forma oficial.
Me explicaré: es muy, muy fácil que una conducta como la de ver porno o la de ir a donde las prostitutas se convierta en un comportamiento compulsivo, es decir, se vuelva una tendencia adictiva, donde en un principio tú controlas la frecuencia pero luego tú sientes que algo te controla, el deseo enorme de ver y de sentir, y de repente te encuentras actuando como un robot programado, sediento de sexo, a costa de lo que sea y aislándote del mundo real. Cuando el comportamiento te controla estamos hablando de una conducta compulsiva (exceptuando las necesidades fisiológicas como comer, dormir o beber).
La conducta de ver porno inicia como una conducta exploratoria, donde el deseo reprimido se conjuga con la curiosidad y se manifiesta en la observación de patrones de sexo explícito ajeno, con la consabida excitación que ello genera. Antes del internet estaban las revistas, antes de las revistas estaban los prostíbulos, y en un comienzo el arte rupestre y la escultura muestran señales de tal curiosidad humana por el mundo del sexo. Hasta allí no hay inconveniente. Pero súmale a ello una personalidad solitaria, aislada, con débiles creencias sobre sí mismo, con poco o nulo éxito con las mujeres, y obtendrás la mezcla explosiva que genera en tener a la pornografía como un refugio.
Pero escalemos un peldaño más: cuando aquella curiosidad inicial no es satisfecha, y pasan los años y ya la masturbación no basta, la opción para muchos es recurrir a una prostituta para iniciarse sexualmente. Nuestro cerebro es un órgano muy curioso, y nos hacemos adictos a algo por nuestro cerebro, por el intercambio de neurotransmisores, la estimulación del núcleo accumbens o centro del placer, y si la combinación se da de forma en que el cerebro interprete tales comportamiento como algo supremamente gratificante, extremadamente excitante, impresionantemente delicioso, nuestro cerebro nos pedirá más de ello.
Somos esclavos de aquello que le gusta a nuestro cerebro. Si algo le gusto quiere más de ello. Si no le gustó no querrá eso y lo evitará. Para muchos, un hábito como fumar empezó con un cigarrillo, muchos incluso pensaban que uno no hacía daño, y quizá llevan miles de cajetillas fumadas y años de arrepentimiento. Otros, probaron el cigarrillo, o quizá alguna droga y no les gustó y nunca más. ¿Cómo saberlo con anticipación? Es imposible. Es una ruleta. Y hablando de ruletas, es igual con el juego, unos empiezan apostando algo a la máquina tragamonedas y el cerebro se vuelve adicto a los estímulos placenteros y a la incertidumbre de la recompensa. Otros irán a jugar y jamás volverán a hacerlo. El cerebro encontró algo que no le gustó del todo, o no lo suficiente como para repetirlo y obligarte a repetirlo.
Y he mencionado algo importante: obligarte. La compulsión hace que tu voluntad no opere de forma efectiva sobre tu comportamiento. Es más, si no haces, sientes que algo te corroe por dentro, que algo te consume, y simplemente quieres hacerlo una y otra y otra vez.
¿Cuándo empieza a ser nocivo para tu proceso de transformación e interacción con las mujeres?
Bien, hay varios indicadores:
1. Es una conducta muy frecuente, varias veces al día en el caso de la pornografía y al menos una vez por semana en encuentros con prostitutas.
2. Demanda una alta inversión económica, que a veces te impide invertir en otras cosas.
3. Afecta tu vida social, en la medida en que tu interacción con las mujeres se reduce al internet o a los prostíbulos.
4. Genera una culpa y sentimiento de contradicción interno que con el cual sientes que no puedes lidiar, socava tu autoimagen y te sumerge en un buque de arrepentimiento, deseo de no repetirlo, comportamiento compulsivo y nuevo arrepentimiento. Esto te consume tus recursos psicológicos.
5. Sientes un extraño sentimiento de que las mujeres perciben ello de alguna rara forma inconsciente.
6. Desarrollas creencias no realistas sobre ti mismo, las mujeres, el sexo, y las relaciones afectivas.
7. Pierdes interés en esforzarte por aprender y mejorar habilidades sociales e interacciones con mujeres, aislándote.
Si presentas al menos 4 de los 7 indicadores la conducta se ha salido de tus manos y te está controlando. No tienes poder sobre ella, al contrario, ella tiene poder sobre ti.
Caso 1: Llega a mi consulta una pareja, hombre y mujer casados, ambos atractivos, el motivo de su consulta es que el hombre ha presenta falta de deseo sexual con su esposa. La esposa intento muchas cosas, hasta que descubrió un hábito de pornografía y masturbación obsesivo. El esposo se levantaba todas las mañanas, para mirar secretamente porno, al llegar a la cama no había deseo, lo mismo en la noche. La pareja fue a mí para buscar ayuda en su problema que había tomado dimensiones enormes. El efecto que una conducta tiene afectaba su relación de pareja, hasta el punto que esta persona prefería mirar a otros tener sexo que practicarlo con su hermosa esposa.
Caso 2: Un cliente busca mi ayuda porque no ha podido construir relaciones afectivas con las mujeres, se siente vacío, su autoestima está en el piso, su concepto de masculinidad se ha tornado machista, y sus ideas sobre las mujeres se basan en que para tener algo con ellas hay que pagar, es la única forma de tener intimidad, en la cual no solo busca sexo sino también una amiga, una confidente. Su conducta de búsqueda de sexo con prostitutas lo ha llevado a un nivel elevado de deuda, incluso afirma que la tensión y la ansiedad sólo se calma cuando va al encuentro de prostitutas. Su interacción con mujeres sólo puede calificarse de torpe y lamentable.
¿Qué hacer en estos casos? La solución evidentemente no es posible compendiarla en este post, pues como en el caso de cualquier conducta compulsiva o adictiva, estamos hablando de algo arraigado en el repertorio de comportamientos de la persona. Un primer paso es dejando descansar al cerebro de la estimulación sexual artificial: porno, fantasía sexual y masturbación, esto no es fácil, requiere cambios de comportamiento donde reemplaces los tiempos que dedicas al porno o a la búsqueda de sexo por otras cosas, y dependiendo de cada persona encontraremos cosas que reemplacen y generen emociones positivas y gratificantes, por ejemplo el deporte, el hobbie, la competencia. Es necesario que el cerebro recobre el balance, por lo cual, en el camino
Otra cosa importante es descubrir qué creencias ha generado la sobre exposición al porno o a la experiencias con prostitutas: sobre ti como persona, sobre tu moral, al ser dos conductas tabú, de las cuales desde la infancia escuchamos que son censuradas, moralizadas, estos códigos se encuentran también en tu mente, y generan culpa y juicios sobre tu valor. Por un lado sientes un enorme placer, con una explosión de endorfinas, tras lo cual viene la recuperación de tu estado normal, lo cual es lo que yo llamo “descenso a la normalidad” pero que al ser descendente es percibido como una “depresión” y luego la culpa. La cual se acompaña de sentimientos de impotencia al no poder satisfacer la fantasía con mujeres reales, de la oficina, de la universidad, de la vecindad.
Éste es un proceso que no es linear, es decir, cada día no será mejor que el anterior. Saber esto es muy duro, y hay una alta probabilidad de recaer, hay subidas y bajadas, aunque la tendencia debería ser la de subir o mejorar. Junto con este proceso debe ir vinculado el entrenamiento en habilidades sociales, seducción, persuasión, de tal manera que el contacto con el mundo real estimule el camino. Sin una cosa no hay otra, los fracasos sólo refuerzan las conductas que deseamos eliminar: el rechazo estimula porno, una conversación no estimulante o no correspondida por una mujer, estimula buscar una prostituta.
Como ves estamos ante un tema muy complejo, y tu eres quien determina el bienestar o malestar que sientes y el grado en que tales conductas están frenando tu crecimiento y robándote la energía que puedes emplear.
Espero sus comentarios si les ha sucedido, y si desean podemos continuar con este tema en otros post para revisar cómo dar el paso y recobrar autoridad sobre tus conductas. Como ves este tópico es bastante extenso y complejo pero es posible hacerlo.
Que comience la cacería!
Hasta la próxima!