Cuánto te falta para conquistar a la mujer que deseas
Hoy iniciaré con dos historias algo paradójicas y que nos ilustran realidades del mundo masculino, y claro, del mundo femenino.
La semana pasada me encontré con una muy buena amiga, Karen, una persona de aquellas que me permitieron conocer tanto su mente, su corazón, como su cuerpo. Libertad de amar y sentir, sin compromisos en aquel entonces, sin remordimientos hoy en día. Nos encontramos para almorzar y hablar de nuestras vidas.
Si bien es cierto ella sigue siendo la misma mujer pícara y hermosa que conocí hace más de 8 años, en su mirada había algo que diferente: había perdido su brillo y esa rebeldía que la caracterizaba cuando nos conocimos. Ya estaba domesticada. Sigue mostrando todos sus dientes cuando se ríe a carcajadas, pero es sin duda una mujer mucho más seria. Ahora usa unas gafas de carey que le dan un aire de intelectual, del cual antes renegaba. Yo le conté algo de mi vida, ella me contó algo de la suya y caímos en los lugares comunes: temas del corazón. Termina por contarme que se ha casado, “con el menos espectacular de todos los hombres”, según sus propias palabras. Y al hablar así veo que las comisuras de sus labios bajan, en una pequeña microexpresión de tristeza, algo que yo sólo noto aunque ella parezca muy feliz y valiente con su historia. Me dice que es un hombre normal, que trabaja en una entidad bancaria, que es un hombre muy trabajador. Le pido que me lo muestre, y saca el celular y muestra algunas fotos. Veo a un tipo de lo más de normal, quizá como el cajero que me atendería en un banco, como el dueño del restaurante donde voy a almorzar, como un profesor de secundaria.
-Pero has tenido mejores hombres, incluyéndome –presumo ácidamente, siempre me ha gustado poner a las personas fuera de su sitio-
-No te creas, es un buen hombre, es un hombre juicioso, que me quiere mucho, es muy responsable –me dice sin mirarme a los ojos-
-Bueno, debes tener tus buenas razones, está bien
Y no le mentí, sus “razones” son interesantes y no son más que eso: razones. Hubiera querido algo más de emoción en sus palabras, salí con la impresión de que está en un lugar cómodo, tranquilo quizá, pero que no se le revuelven las tripas cuando piensa en él.
Luego de hablar con ella me fui pensando en Rodolfo, un cliente de coaching, que vino a mi consulta hace más de un año, y su primera frase al abordar los motivos de estar en mi consultorio y buscar ayuda fueron: “Álvaro, quiero ser perfecto para ella”. Me hablaba de una mujer, con la cual había perdido todo chance, y tenía la esperanza de recuperar, de conquistar por primera vez, y según su lógica, debería ser perfecto para ella. Según él, en ese momento aún no estaba perfecto, le faltaba mucho camino, y el trabajo conmigo le ayudaría a ser ese hombre perfecto para ella.
Lastimosamente Rodolfo era un hombre con una profunda obsesión por esa mujer, y una autoestima tremendamente deteriorada. Trabajamos en ambos puntos y pudo reconocerse imperfecto pero listo para tener una relación con quien quisiera, y la tuvo con otra mujer, con más emociones y menos expectativas creadas.
Estos días he pensado en mi amiga y en Rodolfo, en cómo uno quería ser perfecto para una mujer, y cómo mi amiga simplemente está ahora con un tipo promedio y normalito, y según lo que me contó un tipo con actitudes bastante perdedoras: predecible, sin espíritu aventurero, poca inteligencia financiera, poco sexy, etc.
¿Por qué una mujer está con un hombre así?
¿Por qué tantas mujeres están con hombres así?
¿Por qué tantos de los lectores del blog están solos cuando son mucho mejores que estos hombres?
¿Por qué tantos de los lectores del blog sienten que deben ser “casi perfectos” para estar con una mujer?
¿Por qué otros tantos hombres con un juego interno sólido, creencias y motivaciones claras, se vuelven normales y con tendencias perdedoras en una relación?
En mi experiencia he encontrado dos casos, te los expondré a continuación y quizá nos ayuden a desvelar estos misterios, o si prefieres paradojas:
Caso 1: Un tipo que en algún momento fue una persona con impulso, motivada, con la mente clara y seguro de si mismo. Sin embargo, en algún punto se enamoró y empezó a vivir en una relación donde la dinámica de la misma activó a un nuevo hombre blando, predecible, debilucho, desmotivado, descuidado. Era un tipo ganador soltero, pero en la relación se volvió absolutamente débil y frustrado, totalmente dominado por una mujer que sutilmente le dicta quién debe ser. Éste hombre decide que en la relación el debe tener todo “bajo orden” para que las cosas no se dañen, e inconscientemente se sacrifica. Mata lo que es para vivir con esta mujer, que le ofrece compañía, sexo esporádico y algo de valor social. Ella en esta relación ya no está enamorada, todo lo que hace este tipo es mata pasiones, simplemente está con él porque o no ha aparecido algo mejor, o no tiene el valor de dar rienda suelta a su deseo con otros hombres.
Caso 2: Un tipo atractivo o con dinero que es un perfecto idiota, no ha luchado por nada, su juego interno es débil, pero logra ganar mujeres sin hacer absolutamente ningún esfuerzo, y no han tenido que enfrentar grandes dificultades para verse enfrentados a un proceso de transformación, pues para ello está el alcohol y el sexo.
Conocí a un tipo así en mis épocas de bares, se llamaba William, era tremendamente atractivo y tremendamente perdedor. Se enamoraba de cuanta mujer linda había por allí, se obsesionaba y las ponía en un pedestal. El tipo era tan vacío que era imposible tener una conversación de más de 5 minutos con él, y las mujeres se daban cuenta. Por su sólo atractivo se llevaba bastantes a la cama, pero cuando llegaba la hora de hablar estas mujeres se alejaban a kilómetros. Es que era como si no tuviera alma. Ni por el sólo sexo conservaba las relaciones, las estropeaba todas. Éste hombre se sentía tremendamente frustrado porque aunque tenía bastante sexo se apegaba demasiado a las mujeres y se sentía rechazado cuando las relaciones no funcionaban. Nunca había tenido una relación más allá de unas semanas.
Los tipos frustrados no son todos nerds, geeks, ingenieros o personas raras, son personas como William también, o como el novio de mi amiga.
Mi amiga Karen, se ha dado cuenta, junto con sus entrados 30 años, que no existe el hombre perfecto, ese que buscaba cuando nos conocimos recién cumplidos sus 22. Ella también idealizaba y se imaginaba con un hombre atractivo, seguro de sí mismo, aventurero y además con dinero. La vida le ha enseñado que no existe el “paquete completo” que ella tanto había buscado, con el que había soñado, y a aquel que había visto en espejismos, éste tiene un par de rasgos, éste otro tres, y cada uno con un montón de letra menuda, de asteriscos.
Recuerdo que cuando conocí a Karen, era una mujer bastante deseable y hoy día a sus entrados 30 años, lo sigue siendo. Recuerdo como muchos hombres eran rechazados sistemáticamente por su idealismo, muchos mejores que el que tiene ahora. Pero de lejos. Simplemente ella rechazo hombres realmente increíbles porque no eran “paquete completo”, porque eran tremendos emprendedores, pero se estaban quedando calvos, porque eran atractivos pero artistas y no tenían un peso, por mil razones.
Y se quedó con el empleado del banco.
Y aunque en un principio me pareció chocante, porque esperaba verla con el Sr. Perfecto, al pensar hoy en ello, y sumarlo a la historia de Rodolfo, y algunas otras vivencias personales, descubro que en la vida no encontramos lo perfecto, porque no existe y cuando lo vemos es altamente sospechoso. Son esas imperfecciones las que nos hacen atractivos y cualquier intento por mejorar debes hacerlo por ti mismo, no por ellas. La realidad es que cualquier esfuerzo por mejorar por ellas jamás será valorado en la forma en que tú esperas. Ser “perfecto” no te da puntos extras, te exige siempre ser perfecto y no fallar, ellas toman esa “perfección” como tu estado natural, frente al cual cualquier falla es “decepcionante”.
Además mucha de esa perfección exigida a los hombres es parecernos a las expectativas femeninas, lo cual, en últimas implica perder un poco nuestra masculinidad.
Lo escrito me sirve para darme aún más cuenta que lo único que hace nuestra mente es buscar excusas, porque la vida real, nos muestra que cualquiera puede tener una relación, y que simplemente estas enfrascado en un bucle mental que te hace ver como que te falta muchísimo.
Estoy seguro que con lo que ya sabespodrías tener esa relación afectiva que buscas.
El resto son excusas.
¡Es el momento de vivir una vida extraordinaria!
¡Hasta la próxima!