Por qué te cuesta tener mano dura, ser asertivo y definir tu carácter (Parte 3)
Hoy voy a cerrar el tema de esta serie, porque me urge darle paso a otros temas que tengo pendientes y que son realmente importantes para todos los que siguen este blog.
Me faltan desarrollar dos temas, la empatía y la dificultad para reclamar respeto, empezaré entonces:
- Excesiva empatía: Este es un tema delicado para abordarse, pero es preciso hacerlo porque muchos no están entendiendo de qué va la empatía, pero sobre todo, la están confundiendo con sensiblería.
La empatía es una capacidad fundamental para comunicarnos como humanos, pues nos permite ponernos en el lugar de otras personas y comprender su mundo emocional y el por qué piensan de la manera en que lo hacen. La empatía es una capacidad de conexión. Pero no es como un cheque en blanco que le das a los demás, la empatía requiere límites, porque de lo contrario estamos abriendo la puerta para que ciertas personas se aprovechen de nosotros o para ser emocionalmente manipulables y hiper sensibles.
Y esto es crítico cuando se trata de mujeres, o del mismo ejercicio del liderazgo y el carácter.
De hecho, las personas de la triada oscura, tales como narcisistas, psicópatas y maquiavélicas, suelen encontrar a sus víctimas más propicias en las personas empáticas, aquellas que viven emocionalmente con las puertas abiertas, aquellas que son crédulas, ingenuas, idealistas, listas para servir y con la emoción a flor de piel.
- Dificultad para reclamar respeto y para hacer respetar sus límites: Todo lo que he descrito: la dificultad para la expresión auténtica de lo que sientes y quieres, la vergüenza y la inseguridad, la dificultad para identificar variables para distinguir si algo es correcto o incorrecto, la visión ingenua, inocente e idealista, y la empatía y emocionalidad desbordadas lleva a que no pongas límites claros.
No existe en estas personas un criterio de:
- ¿Hasta dónde permito que los demás pasen?
- ¿Cuántas veces daré segundas oportunidades y en qué circunstancias?
- ¿Hasta dónde permitiré que alguien falle?
- ¿Dónde empiezan los deberes que los demás tienen conmigo?
- ¿Qué cosas haré por los demás sin esperar nada a cambio y qué cosas haré buscando reciprocidad?
- ¿A partir de qué momento empiezo a confiar en las personas?
- ¿Qué indicadores tiene alguien para ser confiable?
- ¿Cómo me respeto a mí mismo y me cumplo?
- ¿Cuáles son mis propios estándares conmigo mismo?
Esto inicia con un ejercicio sencillo: dibújate en un papel y traza alrededor tuyo una frontera, puede ser un círculo y un cuadrado. Adentro del mismo estás tú, tu espacio, tus necesidades, tus prioridades, tus metas, tus ambiciones, y las personas que hacen parte de tu círculo de amigos y familiares confiables. Afuera de esa frontera, está el mundo exterior, las personas y sus asuntos. Ahora dibuja una puerta, que comunique tu frontera con el mundo externo. Esta puerta usualmente debe estar cerrada, de lo contrario estás mostrando a todos que tu mundo es completamente accesible, al hacerlo así tienes puertas abiertas, pero no siempre entrarán las personas que quieres ni aquellas que tienen las mejores intenciones, puedes dar paso a saqueadores, parásitos o depredadores.
- ¿En qué ocasiones abrirás la puerta?
- ¿Cuáles son las señales de una persona confiable?
- ¿Qué intercambios de mutuo beneficio puedes establecer?
- ¿Bajo qué condiciones, alguien puede ser expulsado de tu territorio?
Este es un ejercicio inicial para poner límites personales. Y ahora, hablando del respeto, para ello es importante que tengas estándares personales y estándares con otras personas. Frecuentemente me encuentro con que las personas son demasiado permisivas con los irrespetos, no se dan su posición, ni su lugar y, antes bien, suelen sentirse incluso culpables y sentir que ha sido su responsabilidad.
Le piden perdón a la novia.
Le piden perdón a las mujeres.
Le piden perdón a todo el mundo.
Se la pasan pidiendo permiso por todo, casi que incluso piden permiso por moverse y por respirar, y muestran una notable sumisión frente a todos y a todo. Y con ello comunican que son personas que se pueden irrespetar, los poner a esperar, los ponen en último lugar, entre otras cosas.
Te hago dos recomendaciones adicionales: aprende a hablar con firmeza, aprenda a desarrollar una voz más profunda, más grave, y aprende a hablar en imperativos, no siempre estés pidiendo el favor, aprende a decir “haz esto”, “pásame esto”, “dame esto”, “espérame acá”. Aprende que una cosa es pedir perdón y otra permiso, cuando estorbas pides perdón, cuando el otro estorba pides permiso. De la claridad y la contundencia de tus órdenes y solicitudes depende la respuesta que obtengas y qué tan ágilmente las personas se muevan.
Aprende a expresar lo que quieres, sobre todo en tus deseos sexuales.
La segunda recomendación, mejora tu postura corporal. Una persona que camina jorobada, mirando al piso, que no sostiene el contacto visual, que guarda sus manos en los bolsillos está comunicando sumisión, no es alguien a quién respetar. En cambio, alguien que tiene una postura erguida, una espalda derecha, hombros atrás, pecho hacia delante, y es expresivo con sus manos será visto como un líder, aunque las personas no le conozcan.
El lenguaje corporal y la voz son clave en esto. Tu imagen externa debe acompañar tu cambio interno.
Una recomendación inicial: no te lamentes por el pasado, seguramente encontrarás personas que se han aprovechado de ti, que se han pasado, quizás encuentres a un hombre blando y permisivo, que deja que los demás pasen por encima. Déjalo así, haz un nuevo corte de cuentas, y elige el día para empezar. Siempre lo puedes hacer, y puedes empezar una nueva época en tu vida donde renegocias y estableces cambios en tus “políticas personales” y en tus “condiciones a otras personas”.
No te justifiques, no te expliques demasiado, simplemente has cambiado y ahora apretarás las riendas, te alejarás de quien se ha aprovechado, te acercarás a quienes han sido fieles. No te preocupes demasiado por los efectos en otras personas si éstas han sido injustas o aprovechadas o manipuladoras, eso es un exceso de empatía y de bondad que te detendrá.
Ahora bien, ¿Cómo no volverte un reactivo? El peligro en este proceso de reclamar tus derechos, tu respeto, está en que te vuelvas un vengador, y que andes extremadamente susceptible y que andes ladrando a todo el que se te arrima. Cuando trabajo esto con un cliente siempre le digo “tú mismo tienes que encontrar tu calibración óptima”, y en este proceso a veces sentirás que te excederás, y a veces encontrarás que te quedas corto. Lo que suele ocurrir es que se nos suele ir la mano un poco al principio y, como es nuevo el tema, lo que suele suceder es que nos sentimos culpables. Mi recomendación es que experimentes y, sobre todo, que explores tus límites. No te juzgues con demasiada severidad, es preciso aprender a hacerlo sin que te sientas. Por ello es importante que construyas tus principios y respondas a las preguntas de este post, ello te hará más preciso.
Una última recomendación, práctica, ¿Cómo reclamar un derecho y ser asertivo? Simple:
- ¿Qué esperabas que sucediera? – “Esperaba que llegaras a tiempo…”
- ¿Qué fue lo que pasó? – “Pero no fue así…”
- ¿Qué esperas que pase? – “…No vuelvas a llegar tarde…”
- ¿Cuál es tu sugerencia para el cambio? – “…y si no alcanzas avísame con anticipación.”
A veces puedes añadir cómo te hizo sentir el comportamiento:
- ¿Cómo te sentiste? – “me hiciste perder el tiempo esperándote y mi tiempo vale”.
Espero que encuentres este post lo suficientemente práctico para que lo apliques inmediatamente a tu vida,
¡Es el momento de vivir una vida extraordinaria!
¡Hasta la próxima!
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