El hombre moderno carece de contundencia para tomar acción por un exagerado miedo a equivocarse, una excesiva empatía y un enorme temor a ser desaprobado.
Una de las cosas que más me sorprenden del hombre actual es su incapacidad para considerar la justicia. Cuando observamos a quienes dirigen las naciones la gran mayoría son incapaces de actuar ante situaciones de injusticia, de caos social, de vandalismo. Su herramienta, y a la vez, excusa: el diálogo.
El diálogo aparece como un elemento que nos hace parecer más racionales, más razonables, menos impulsivos, menos caprichosos, pero que termina por dilatar la toma de acción, aumentar la injusticia, premiar a aquellos que operan con violencia y desanimar moralmente a quienes esperan gobernantes fuertes y decididos.
El hombre moderno ha perdido su esencia de guerrero y su esencia de rey. Su esencia de guerrero porque ha perdido el espíritu combativo, ha perdido el deseo de defenderse, ya no puede sacar la espada sin sentirse culpable o sentirse intimidado porque socialmente no se llama violento al agresor sino a aquel que se defiende. Su esencia de rey porque es incapaz de operar a través del principio de justicia, darle a las personas lo que se merecen, es incapaz de gobernarse, es incapaz de actuar de forma decidida, pospone, procastina, se deja influenciar exageradamente por el parecer de otros, por el espíritu conformista y empático de los tiempos y ello lo lleva a volverse un inútil en administrar su propia vida.
Quiero aterrizar el caso a las relaciones de pareja, porque he visto dos fenómenos particulares: primero son los hombres los que más se apegan a una pareja y, segundo, son los hombres a los que más dificultad les trae terminar una relación. Lo cual tiene una implicación preocupante: estoy viendo más casos de hombres que soportan lo insoportable para no perder una relación que ya está condenada. Soportar comportamientos malcriados, soportan falta de reciprocidad, soportan a parejas que están con ellos solamente por el interés financiero, soportan infidelidades, soportan que sus parejas muestren un enorme y cínico desinterés sexual.
A ello atribuyo varias causas, una de ellas es cultural, estamos en una sociedad que pretende ser más civilizada, más abierta al diálogo, más negociadora. Se ha abusado y prostituido de la palabra empatía, de tal manera que somos más sensibleros, más emocionales, menos racionales y ello hace que exageremos la compasión en menosprecio de la justicia. Por otra parte, el hombre moderno ha sido víctima de una serie de ataques culturales sistemáticos que, muy a mi pesar, noto que han entrado a hacer parte de la psique colectiva del hombre. Ahora encuentro más hombres que optan por la corrección política, por callar, por evitarse problemas silenciando su voz y su criterio. Muchos hombres han cedido al discurso donde se dice que son machistas, sexistas, opresores, y por ello, sutilmente, prefieren ceder y conceder, al menos en espacios sociales. Es más, muchos se han convertido en aliados sumisos, poniéndose a las completas órdenes de aquella mujer que les atrae. Incluso, en muchas escuelas de masculinidad se dice que esta es una masculinidad sensible e incluyente.
Sin embargo, es una masculinidad que se deja faltar el respeto. Una masculinidad que está pendiente del qué dirán, una masculinidad atada a la corrección política, una masculinidad que de tanto escuchar que el futuro es femenino ha terminado por creerse que ya no vale y que las mujeres son el trofeo, no él. Una masculinidad adicta a instagrameras, influencers con poca ropa, a pagar planes premium no para aprender a conocerse, para estudiar sobre cómo comunicarse mejor, sino planes premium para acceder a la desnudez de mujeres que desde la virtualidad explotan la necesidad masculina, la escasez del hombre actual, la incapacidad de controlar su necesidad de masturbarse con cuanto escote aparece en las redes.
Lo pondré claro: si eres el tipo de hombre que no es capaz de terminar su relación cuando se ha convertido en una relación de irrespeto, si no eres capaz de terminar tu relación cuando hay una infidelidad, cuando se ha traicionado tu confianza, cuando una mujer sigue con los mismos vicios, cuando una mujer ha dejado de comprometerse sexualmente, cuando una mujer deja de comunicarse contigo, cuando eres infeliz en una relación, eres un hombre posmoderno.
¿Cómo se gobernaban los hombres de hace un siglo? Con principios de valor, con el gobierno de su casa basado en el cáracter y en lo que hoy se llama «una mano fuerte», es decir, el criterio y la fortaleza para decir lo necesario, para imponer su marco, para no ser de medias tintas, para decir «esta relación funciona basado en estos principios y si no te sirve entonces adiós».
Cada vez que un hombre me escribe a decirme que su novia le ha sido infiel, que la ha sorprendido, que la ha confrontado, pero que se siente tremendamente débil por haber cedido tras un tímido perdón y una promesa, allí encuentro a un hombre que en su interior grita por ser un hombre fuerte y sacarla de su vida, pero no puede, se siente injusto, se siente opresor, se siente poco empático.
Lo que importa, apreciado lector, es que no eres capaz. Y no entraré en un discurso donde te trate mal, o te diga que te has emasculado, te diré que necesitas revisar qué quieres y necesitas encontrar tu fortaleza interior, necesitas despertar, necesitas encontrar esos puntos de ingenuidad que han vuelto un sensiblón, en alguien que tiene el la frente un letrero que dice «Fáltame al respeto. Pruébame y te perdonaré.»
Pregúntate ¿Qué haría un rey en esta situación? ¿Qué haría un hombre de hace tres siglos? Lo que te dicen ahora es que los hombres del pasado eran unos criminales, y que el hombre debilucho actual es la clase de hombre que debe existir para garantizar la paz y la sobrevivencia humana. No, apreciado lector, el hombre del pasado tenía unas creencias, una filosofía de vida y unos valores que le llevaban a ser decidido, fuerte y otorgarse su lugar.
Empieza por preguntarte: ¿Cuáles son las consecuencias tan temidas para ti de tomar decisiones radicales? ¿Cuáles son las críticas que tanto temes si tomas acción? ¿A quién temes decepcionar? ¿Cuál esa imagen que tanto proteges y que deseas conservar de ser hombre sensible y abierto?
Empieza por tirar algunas puertas, por poner las cosas claras, por manifestar tu molestia y tu indignación, por no permitir el irrespeto, la malcriadez, el cinismo, el engaño en tus relaciones.
¡Es el momento de vivir una vida extraordinaria!
¡Hasta la próxima!
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