Hay un elemento en común en los hombres que han tenido problemas con las relaciones, que han experimentado dificultades con las mujeres, en los hombres que aún no han podido gobernarse, a los que les cuesta enormemente la disciplina, a quienes han adoptado un carácter suave, a quienes buscan un consuelo romántico acostados al lado de una mujer desnuda.
Ese elemento en común es un padre ausente, un padre demasiado ocupado, un padre distante emocionalmente, un padre vicioso que se convirtió en una carga, un padre que les dio una iniciación maldita, quizá los introdujo en el licor, o en el abuso, en la pornografía, en la prostitución. Un padre que se ensañó en convertirlos en un hijo violento o abusivo, o quizá un padre que fue demasiado débil y pusilánime y que dejó el gobierno de la casa a la madre.
Necesitamos padre.
La historia de la mayoría de los hombres, en la modernidad, ha involucrado un tipo de padre que ha estado demasiado ocupado produciendo dinero, intentando sobrevivir o que ha estado demasiado atormentado por su pasado o por la cadena de ausencias paternales de las cuales somos herederos.
Los padres ancestrales solían ser maestros tempranos del niño, solían enseñarle un oficio para sobrevivir, solían llevarlo de cacería, o enseñarle la forma en que podían sacar alimento de la tierra, también lo iniciaban en la forma de tratar a las mujeres y les proporcionaban un legado con el cual ese hijo podía irse temprano de casa y podía hacer su propio hogar y transmitir esa genética de sobrevivencia, de cuidado y de grandeza.
Muchas mujeres han tenido que ocupar el lugar del padre ausente, muchas de nuestras madres se convirtieron también en padres, y al hacerlo, incluso con la mejor de las intenciones, se lesionó un orden natural de las cosas. Las mujeres dan a luz a un niño, pero sólo los hombres pueden dar a luz, alumbrar, la vida de un hombre. Ciertamente si no recibes el legado de fortaleza, dominio, lucha de parte de un varón, sólo quedarás con la parte de la sensibilidad ansiosa que transmite una madre que también ha sido abandonada.
Y allí encontramos las primeras heridas con lo femenino, mujeres que encontraron en ese pequeño hijo el reemplazo del padre, y que dieron mensajes errados sobre la forma de vivir la fortaleza masculina o la forma de relacionarse con las mujeres.
Usualmente esta es la raíz de los conflictos que los hombres viven con otros hombres y también con las mujeres. El hombre que no ha tenido un padre o aunque lo haya tenido ha sido inoperante o abusivo, tiene varios caminos delante: o buscar otros referentes de masculinidad en los cuales se puedan llenar esa necesidad de nutrición que el padre no pudo dar (nutrición moral, nutrición de ejemplo, nutrición de consejos) o tienen una dificultad para confiar en lo masculino, por ello pueden convertirse en hombres sin amigos, hombres que no pueden profundizar una amistad con otros hombres y siempre están rivalizando y compitiendo. El llamado, por la seducción rata, macho alfa, es una especie de esta clase de hombre que necesita sentirse intimidante para poder sentirse seguro, siempre está en modo de tensión y no puede encontrar esa nutrición en otros hombres, siempre necesita estar dominándolos para sentirse tranquilo. Usualmente es emocionalmente reactivo y sumamente volátil en sus emociones. No tiene centro ni equilibrio.
El hombre educado predominantemente por la madre ha recibido dos heridas, la herida del rechazo del padre y la herida de la sobreprotección de la madre o la herida de la necesidad de consuelo infinito que tenía la madre. Este hombre crece usualmente con una suavidad y ternura desbordantes, con un idealismo y romanticismo que lo llevan a relacionarse con las mujeres de una forma vulnerable, que lo lleva a ser fácilmente herido. Las mujeres ciertamente desean la ternura, pero en una fase posterior a la demostración de fortaleza y masculinidad. La ternura es el contraste, no debe ser el rasgo dominante.
Y comienza la sucesión de heridas, y la sucesión de desencuentros, la sucesión de rechazos, ellas no quieren ser abordadas desde la ternura solamente, sino también desde el deseo, desde la fortaleza, desde el desafío. La ternura no es desafío, es rendición.
Y a cada herida corresponde su resentimiento. Así ha crecido el hombre moderno, y probablemente sea tu historia: desconectado de lo masculino, herido profundamente por otros hombres empezando por tu padre, y herido, rechazado y quizá utilizado por lo femenino.
¿Cuál es el desafío? El perdón del padre es necesario reconciliarnos con nuestro progenitor, vivo o muerto. Sólo es posible crecer como hombre y desarrollar una masculinidad fuerte si has podido perdonar a tu padre, y ese es un proceso que describo en mi más reciente libro “Masculinidad Sagrada”, que encuentras aquí. Es un proceso no exento de dolor y de revivir ciertas heridas.
Así mismo es el momento de detenerte a pensar algo en relación con las mujeres: ¿mi rabia me ha llevado a verlas como objetos de uso más que como seres humanos? ¿mi frustración me ha llevado a verlas como seres malignos que serían un mal necesario? ¿mi dolor me ha llevado a refugiarme en ideologías radicalizadas de uso u odio a las mujeres? Si la respuesta es positiva a alguna de esas opciones estás poniendo la atención en ellas y no en ti. El trabajo que tienes por delante está en ti, en tu forma de no poder ejercer la fortaleza, en tu forma de extrema susceptibilidad emocional, en tu forma de ser demasiado vulnerable y en el fondo estar demasiado necesitado de una atención emocional que casi siempre confundes con un deseo compulsivo de sexo.
Si tienes preguntas, con mucho gusto en los comentarios las podemos mirar para poder trabajarlas en un próximo post.
¡Es el momento de vivir una vida extraordinaria!
¡Hasta la próxima!
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