Hoy lo haré breve. Quiero hablarte sobre tres actitudes que no me llevaron a ninguna parte cuando buscaba resultados en mis relaciones sociales y específicamente con las mujeres. Tres marcos mentales de absoluta derrota que me llevaron en una cascada de pensamientos y emociones negativas que tarde mucho en observar y en modificar.
Una de las cosas que más amarga la vida cuando estás sólo y sin éxito con las mujeres es la comparación. Es algo que te hace muchísimo daño. Usualmente te comparas con otras personas muy exitosas. Con personas a las cuales pareciera que todo les resulta fácil, que les llueven las oportunidades. Esa comparación siempre opera en dos direcciones:
Por un lado, te destroza la autoestima, porque las comparaciones giran en torno a la parte física y a la parte más superficial del éxito, aquello que podemos ver desde lo material y de lo cual aún carecemos. Por otro lado, también puede ser vivida con una especie de superioridad moral: estoy es especialmente fuerte en personas de tipo intelectual y melancólicos. Empezamos a detestar al mundo y a las mujeres por preferir lo que para nosotros sólo son personas vacías, ignorantes, superficiales. Claro, esto hace parte de una tremenda disonancia cognitiva en la cual no nos atrevemos a dar ciertos pasos para alejarnos de una forma de ser ciertamente rígida.
Y acá va la segunda actitud: la rigidez. Con el pasar de la vida nos vamos haciendo sumamente pesados, en ocasiones muy dramáticos y con una tendencia importancia hacia la inercia. Es decir, no podemos cambiar. Las personas que tienen éxito en el campo de las relaciones son personas que suelen ser dinámicas, versátiles, con un espíritu optimista y con una gran seguridad en sí mismas. La rigidez no conduce a nada, sólo a que hagas una y otra vez lo mismo, a que te repitas constantemente, a que tus bucles mentales sean los mismos. Por esto digo que la rigidez es típica de los melancólicos: buscan en la nostalgia de viejas épocas revivir una y otra vez bucles de pensamiento fantasioso que los alejan de la realidad.
Una tercera actitud es el resentimiento: cuando fracasas y además eres un resentido tu mente y emociones empiezan a colapsar. Asumes pensamientos negativos, catastrofistas y es allí donde muchos deciden alejarse del mundo, alejarse de las relaciones y alejarse de las mujeres. El resentimiento es un tiro en el pie. Porque el más perjudicado eres tú: no sales entonces no conectas entonces no pasa nada. El resentimiento es bajar los brazos y dejar de luchar. En ciertas situaciones en las cuales durante años y años ha habido sólo decepciones es usual el resentimiento, cuyo fruto es la amargura.
Y ojo acá. La amargura es una emoción que se siente, casi que huele mal. Huele a viejo, a guardado, a apolillado. Y la amargura suele ser un repelente natural de relaciones. Los amargos suelen hacer sentir mal a las personas incluso sin desearlo, las mujeres sienten que ni siquiera pueden atenderlos como loharía una mujer maternal con su hijo, el amargo no suele transmitir esa inocencia triste del hombre desvalido, al contrario, el amargo rezuma vejez, cansancio, tedio, aburrimiento, sus ojos carecen de brillo, son opacos, agobiados. El amargo es lo opuesto a la seducción, por eso el amargo es la especie de ser humano que sólo atrae a otros amargos.
Ojalá puedas ver si en tu vida hay alguna de estas actitudes y puedas identificar cómo se van continuando, cómo se van siguiendo, una detrás de la otra.
¡Es el momento de vivir una vida extraordinaria!
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