Hoy quiero hablarte acerca de aquellas actitudes que muestran, incluso gritan, que eres un hombre herido. Claro, todos los seres humanos tenemos heridas y hemos pasado por esta vida con dificultades que han hecho más o menos mella en nosotros. Sin embargo, hoy específicamente me quiero referir a aquellas heridas que lesionan nuestra percepción de las relaciones, de nosotros mismos y de las mujeres. Heridas abiertas que se notan demasiado en nuestras interacciones con otros y que hacen que seamos vistos como carentes de fortaleza, demasiado rígidos, demasiado centrados en nosotros mismos, demasiado preocupados por lo que dicen los demás, demasiado necesitados de compañía, demasiado dependientes, demasiado defensivos y reactivos, incluso demasiado patéticos.
La primera clase de herida tiene que ver con el balance entre lo racional y lo emocional. Acá un punto importante: las heridas se aprecian en una vivencia de extremos. Hay personas tremendamente racionales que no tienen contacto con sus emociones, y hay personas tremendamente emocionales, volubles, lo que hace que sean tremendamente variables en sus opiniones y estados anímicos, un día están tremendamente felices y al otro día están llenos de amargura y nostalgia. La herida del racional tiene que ver con un congelamiento de sus emociones, para el excesivamente racional la emoción sólo trae error y dolor, la emoción ha sido la forma en la cual ha experimentado las dificultades en la vida y las ha apagado. El racional es excesivamente rígido, es tremendamente plano, se ha deshumanizado y deshumaniza a otros, no es consciente de sus propias emociones, por lo cual usualmente las padece en forma de síntomas físicos o arranques que lo desconciertan y desconciertan a otros.
El hombre excesivamente racional no puede conectar con las emociones de otros, la ve sólo como fenómenos, no puede sentir y por ello usualmente utiliza a otros. Suele gustar de la literatura que le ofrece poder y control sobre otros, en secreto disfruta de manipular. Sin embargo, lucha por encontrarse a sí mismo y vive con una ilusión de quién es, su ego le ha vendido una imagen de sí mismo poderosa y superior, se alimenta de ella. Desconoce que no es así y desconoce la potente información que tendría al conocer más de sí mismo desde las emociones que ha anulado.
Por el otro lado, la persona excesivamente emocional es sugestionable, tremendamente idealista, sensiblera. Las emociones tienen un inmenso poder y no sabe utilizarlas a su favor, sino que las emociones controlan y dominan su vida, usualmente pasa por fases de tremenda excitación y euforia, que le llevan a tomar decisiones impulsivas o comprometerse en relaciones sin pensar, y luego pasa por momentos de melancolía, angustia, desazón. Estos estados emocionales dinamitan sus proyectos y emprendimientos, llenan de dudas aquello que ha decidido hacer.
El hombre demasiado emocional no ha aprendido a gestionar sus emociones, ni a ponerle nombre a sus emociones ni a evitar que consuman sus días o lesionen sus planes o consuman la energía que debería poner en su trabajo o en sus relaciones. El hombre demasiado emocional se debate entre aislarse y cortar comunicación en sus peores días y la búsqueda de un consuelo, alguien que le escuche y que le anime, alguien con quien su vida cambiaría definitivamente. El hombre emocional busca a mamá o busca una mujer salvadora. Su engaño es que está poniendo un peso demasiado grande en una mujer, que usualmente será aún más emocional y caótica que él o que terminará por manipularlo poniendo precio a sus atenciones.
El inconveniente para el racional es poder conectar de una forma auténtica con otro ser humano, poder establecer una comunicación con sus emociones, dejar de actuar como un robot que se cree superior, desarrollar una sensibilidad equilibrada para sí mismo y para la conexión con otros. Su objetivo es permitirse sentir. El inconveniente para el demasiado emocional es utilizar sus emociones en forma de acción y no solamente como pensamientos ansiosos, está en aprender cierto pragmatismo y poder perseguir sus objetivos dominando el impulso que tienen ciertas emociones como la tristeza o la melancolía para paralizar su movimiento.
En el próximo post hablaré sobre las heridas y los valores con los cuáles orientamos nuestra vida,
¡Es el momento de vivir una vida extraordinaria!
¡Hasta la próxima!
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